Este segundo domingo de Pascua, también conocido como Domingo de la Divina Misericordia, nuestra Diócesis de San Felipe se vistió de fiesta para celebrar una de las tradiciones más queridas de nuestro pueblo: la fiesta de Cuasimodo.
Cada año, fieles de distintas comunidades rurales de nuestro territorio —acompañados por jinetes, huasos, carros adornados y familias completas— se reúnen con alegría y fervor para acompañar al Santísimo Sacramento en su visita a los enfermos y personas mayores que no pudieron participar de las celebraciones de Semana Santa. Es una manifestación de fe popular profundamente arraigada en nuestra identidad cristiana y cultural.
La celebración de Cuasimodo, que se realiza el segundo domingo del tiempo de Pascua, expresa el deseo de llevar a Cristo Eucaristía a quienes más lo necesitan, como un signo visible de comunión, esperanza y misericordia. Bajo los colores de banderas, cintas y trajes típicos, la comunidad recorre caminos y campos en una verdadera caravana de fe.
En diversas parroquias y sectores rurales de la Diócesis —como Santa María, Putaendo, Rinconada de Silva, Curimón, Catemu, entre otros— se organizaron misas, oraciones de envío y procesiones, manteniendo viva esta hermosa expresión de amor a Jesús Sacramentado.
Monseñor Gonzalo Bravo Álvarez, Obispo de San Felipe de Aconcagua, ha destacado en varias oportunidades que “Cuasimodo es una fiesta donde la fe se hace camino, se hace encuentro, y nos recuerda que somos un pueblo en misión, llevando a Cristo a todos los rincones”.
Damos gracias a Dios por esta tradición que año a año nos fortalece como Iglesia peregrina, misionera y alegre en su esperanza. Pedimos que el Señor Resucitado bendiga a todos quienes hicieron posible esta fiesta, especialmente a los ministros extraordinarios de la comunión, a los huasos, autoridades, parroquias, comunidades y familias que, con esfuerzo y cariño, renovaron su compromiso de servicio y fe.
¡Viva Jesús Sacramentado!
¡Viva Cuasimodo!